domingo, 27 de mayo de 2012

Shelter

Empecé el Erasmus con una sensación que aún respira: el encontrarse perdido por que puedes hacer todo y los límites, te los pones tú. Ahora bien, estos límites están empezando a cuajar y te sientes más y más cómodos con ellos.

 La sensación de estar en un blanco sin márgenes se ha ido desvaneciendo, pero aún así, te sientes dentro de un espiral. Cuando te das cuenta que estás rozando junio, que has pasado tres meses de tu vida flotando y no has sido consciente, es cuando te entra algo cercano al miedo. No es miedo en sustancia, es la sensación de qué no sabes por qué todo está pasando tan rápido y a la par, es cojonudo.

Hasta que llega un día que lo intentas pensar, buscarle una razón lógica, la cuadratura del círculo. Pero es mejor no hacerlo, la vida se destiñe si la pasas por demasiados filtros y la tratas de comprender.

Éstos meses han sido, al fin y al cabo, un viaje, un agujero en tu vida dónde te has encontrado con todo aquello que habías dejado colgado en tu vida. Y aquí, en un lugar nuevo, el magnetismo ha superado tu desorden, y ha venido todo de golpe, sin escalas. Y has tenido que esforzarte (y mucho) para echarle cara a todo aquello que, a pesar de estar a miles de kilómetros, lo tenías incondicionalmente en tu mente, llamando la puerta de tu atención. Pero además, has entrado en contacto con otro agradable monstruito: tu mundo aquí. Nuevos amigos, percepciones únicas, nuevas realidades.